Cuando el viento deja de soplar

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El momento de la pausa causa una ansiedad terrible. El simple hecho de contener el aire dentro del cuerpo antes de volver a tomar aire o dejarlo salir hace pensar que es imposible seguir ahí sintiendo la amenaza de no volver a respirar.

Cuando se espera la llegada de un tornado, hay un momento de silencio total y es el indicador de que ya está por tocar la puerta. El corazón se detiene ese instante. Lo mismo pasa cuando los niños dejan de hacer ruidos, lo más seguro es que los encuentres bañados de harina o embarrados de cremas y maquillajes.

La pausa llegó para que tomemos aire. Lo sabíamos, aunque nuestro gobierno perdió tiempo negándose, como muchos otros países de nuestro bello mundo. Es natural bloquearnos ante una realidad creyendo que así quedamos blindados o cegados (de blind, que significa ciego en inglés), como creer que si cerramos los ojos desaparece el desastre. Blindarnos o hacernos ciegos con pensamientos positivos y mágicos, no nos exenta, al contrario, solo interesados en mirar lo que sucede y sentirnos conectados en la sintonía del amor, esa verdad nos hace libres. Somos un todo y hoy nos queda más que evidenciado que somos parte del mismo aire.

El tablero mundial parece depender de los mandatarios políticos, pero también nos damos cuenta que el poder individual suma y una organización hormiga a través de la red nos mantiene informados de manera alternativa. Hay gobernantes ejemplares como el de la canciller alemana a quien llaman cariñosamente con un mote de madre cuidadosa Mutter Angela, que está llevando a su país por un buen camino. Aquí el agua se pinta de distinto color, con las emociones solo se puede ser transparente.

El miedo, la falta de compasión, el egoísmo y el coraje diseminan la pandemia en cualquier nivel. De un familiar a otro, en la empresa, en un país. Los cambios en las fibras humanas, en las rejillas o el chip, como le dijimos antes, se actualizaron y el orden mundial está girando. La sensación es horrible, tanto que solo se cura orando, o para mí haciendo yoga.

Tener la sangre vibrando me hace sentir en control, plena con la vida, con las ganas creciendo por seguir gozando de estos momentos. Mi corazón me habla sin interferencia y puedo ver claramente lo que me motiva, siento que vibro y vuelvo a sonreír. Sentirme conectada con la humanidad es lo vital.

Lo que viene, llegará. Lo que imaginamos puede tomar todas las formas que nuestro pensamiento desee para crear una realidad. Si eso lo sintonizamos con el alma, con los poderes humanos, entonces esa alquimia construye una realidad, la realidad que queremos realizar (realice, en inglés significa darse cuenta y verlo hecho).

Fuera de la fantasía, la mente tiene grandes poderes y hoy sabemos que el corazón, mucho más y que juntos construyen la actitud, lo único que depende de nosotros, lo único. Pero también la imaginación, la intuición, la convicción, el deseo, y la compasión. Esos son algunos de los súper poderes que, si los reconocemos, nos permiten vivir en una era distinta en la que brilla la luz amorosamente, las aves cantan himnos de vida y libertad, los ríos ondean sus cauces llenos de folclor.

La naturaleza nos está hablando, nos pide escuchar en la pausa los mensajes más divinos e importantes que están salvando a la nueva raza humana. Hacer caso y cuidarnos, sentir lo importante que el otro es en mi vida, solo por el amor a todos los seres que amas, solo por ellos es posible quedarse en casa quietos, listos para exhalar tranquila y largamente antes de volver a tomar una deliciosa bocanada de aire fresco.

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