Por: Julie Coradine

¿Has tenidos algún momento de iluminación en el que te das cuenta que eres la convergencia de cientos de vidas, de elementos, historias y alineaciones que existen aquí y ahora? 

Cada uno somos el depósito de una infinidad de memorias de todo lo que nos precede. Estamos interconectados con todo, con la naturaleza, con el universo y unidos a través de ellos. No es una novedad saber que vivimos en un mundo acelerado e inmerso en la inmediatez que nos desconecta de nosotros mismos dentro de un presente que se convierte en una tóxica zona de confort que causa esa ansiedad que nos limita a reaccionar inconscientemente. Hasta ahora, esa es la realidad que conocemos y el reto que hay que superar.

Normalmente pasamos por alto el hecho de que el cuerpo físico está enraizado en esta experiencia terrenal con la subconciencia mental. Pero además de los recuerdos personales, guardamos una memoria colectiva: la historia de todo lo que fue y es, por ello, encarnamos pura sabiduría ancestral en constante movimiento y evolución, jamás estática.

En tiempos turbulentos como estos, buscamos refugio, y es entonces cuando una voz sutil desde nuestro interior comienza a llamarnos, haciéndose cada vez más fuerte con el tiempo. Es la voz de nuestra sabiduría, que nos muestra el camino hacia la integración personal. Comienza como una fuerza tímida y latente en el interior, y si lo permitimos, despierta para brindar equilibrio y guía.

Reconectarnos con nuestra ascendencia nos permite integrar nuestra luz y sombra abrazando la simplicidad y la grandeza: los elementos de la naturaleza, las tradiciones antiguas y las estrellas. Nuestros recuerdos ancestrales pueden ofrecernos ideas para capturar la belleza del momento presente.

Por un lado, esta reconexión implica hacer un trabajo en la sombra para revelar y aceptar nuestras heridas con compasión. Nos enseña a reconocer cada una de ellas para liberarnos de creencias, patrones y herencias limitantes o repetitivas que nos impiden estar presentes como seres auténticos y completos.

Por otro lado, más que una herramienta de liberación profunda, la ascendencia es una obra de amor y perdón que nos permite abrazar los orígenes de donde venimos y qué nos ha moldeado hasta ser quienes somos, influyendo en nuestros pensamientos y acciones. Es un regalo que nos permite explorar nuestra esencia y dar rienda suelta a la intuición, dones, habilidades y creatividad, que muchas veces subestimamos.

Abrir la puerta a este conocimiento enciende el coraje para desarrollar nuestro verdadero potencial. Crear conciencia nos permite comprender el propósito único para cumplir nuestro papel en el entorno que nos rodea.

Al fusionar la luz con la sombra a través de nuestros recuerdos y conocimientos ancestrales, nos otorgamos permiso para caminar una vez más de la mano de la naturaleza, la belleza que constantemente nos recuerda que cuanto más firmes sean nuestras raíces, más alto y más fuertes podremos crecer y extender nuestras hojas. Ésta es la esencia genuina de encontrar la auténtica libertad.