Círculo de hombres completos: masculinidad en tránsito

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Por: Salvador Martínez Vega

Recibí la invitación a asistir a un círculo de hombres por medio de un whats, me lo mandó un amigo de la universidad, ahora homeópata, con quien acudí a consulta hace unos años y le había perdido un poco la pista. Cuando me encontré ya en la reunión, en una casa acondicionada para dar talleres, cursos y terapias ubicada en una de las colonias más arboladas de Guadalajara, sentí que el motor para convocar había sido más una respuesta a los círculos de mujeres y a los movimientos feministas que a un conjunto de necesidades personales y colectivas que elaborar y que expresar.

Poco había escuchado de la existencia de círculos de hombres. Este tema de desigualdad de género lo comenté con mis compañeros a manera de afirmación más que de pregunta al momento de mi primera intervención; la conversación se acompañó de un aire de frustración y enojo, comenzamos a especular sobre lo que pudiéramos hacer nosotros ante las atrocidades que han vivido las mujeres y cómo generar entornos seguros y respetuosos para nuestras amigas, nuestras hermanas, madres, sobrinas. Y sí, eso es muy importante, aunque me di cuenta de que ese iba a ser un tema entre varios que fueron surgiendo en las ediciones subsecuentes.

Javier, mi amigo, tiene una maestría en desarrollo humano por el Iteso y es profesor de diseño en dicha institución, Ricardo estudió Ingeniería Industrial, ha estado en el mundo del marketing y reciententemente se graduó de la maestría en psicología sistémica por el Instituto Bateson; ellos convocan y gestionan el espacio y la realización. Siempre traen algún tema preparado pero -jajaja- por lo general terminamos hablando de lo que la banda quiere o necesita, siempre de manera horizontal -o circular-, confiando en la autorregulación y el equilibrio entre compartir y escuchar. El círculo mismo se autogestiona.
Por ahí como en la sexta edición, me di cuenta de que los que asistimos regularmente -el primer viernes de cada mes- resolvemos de alguna manera una necesidad de contención -me sorprendí cuando caí en cuenta de que como hombres la necesitamos también- de abordar temas que nos importan, que podemos hablar de emociones, sentimientos -sin tanta carrilla-, cosas que no hablamos en las reuniones comunes de amigos, donde charlar de chamba, coches, mujeres y fútbol no presenta resistencia alguna, pero tampoco da lugar a más. Encuentro que lo diverso de los que asistimos lo enriquece, hay todo tipo de personajes: mujeriegos, nuevos papás, heteros en proceso de divorcio y otros felizmente casados, el hombre mayor con su hijo adulto gay, reguetoneros, de avanzada electrónica, un compa bi, un felino macho llamado Merlín, etcétera.

Entre los temas recurrentes está por ejemplo el del autocuidado  y el de la congruencia. Coincidimos en que la idea del hombre duro, fuerte, al que no le duele nada, que no muestra sentimientos, el que puede comer lo que sea y hasta que termine de trabajar, que aguanta la sed, que aguanta el frío, las ganas de orinar, ya no funciona, caduca.

Hemos hablado de atender más lo que consumimos, desde lo visual, lo auditivo hasta lo alimenticio, pasando por lo expresivo, lo afectivo. Más que pensar en nuevos modelos de masculinidad, compartimos lo que creemos que nos va bien y también hablamos de lo que ya no queremos. No nos interesa direccionar, apuntar, concluir, a veces ni aconsejar, coincidimos en que eso no siempre nos ha funcionado bien. Detectamos cierto olor a positivismo, a capitalismo-patriarcado en esos verbos y otros que solemos utilizar en nuestro día a día de manera automática. Intentamos empatizar con las diversas maneras de vivir y de ser de cada uno de los hombres que nos sentamos alrededor y, en lo personal, me ha nutrido.
Me gusta mucho que el nivel de escucha es hi-fi de parte de todos los compas, que de pronto me ha hecho vivir en las historias compartidas por mis compañeros durante ese par de horas mensuales que dura la reunión.

Otro de los temas que nos interesa es el cómo y para qué ser pareja, tanto los que la tenemos como quienes pretenden tenerla e incluso los que no quieren una pareja, nos hemos permitido explorar el tema ampliamente, preguntándonos entre otras cosas qué tanto gozo hay en ello. 

Nos hemos cuestionado sobre las violencias y microviolencias que ejercemos desde nuestra idea de lo masculino y lo que entendemos como femenino, y hemos caído en cuenta de que es una construcción cultural, que heredamos y que adoptamos por convivir. 

Un asunto fundamental que nos preguntamos es ¿en dónde somos vulnerables y cómo vulneramos a la otredad -entiéndase planeta, mujer, otro hombre, etc.-?, ¿dónde están los puntos ciegos en nuestro campo de auto-observación y de dónde agarrarnos para poder verlos? Nos reconocemos falibles, fálicos e incompletos, pero en eso andamos.

Así hemos ido profundizando… En lo personal, he hecho el ejercicio de imaginar cómo ser un buen padre y una buena madre para mi mismo.

En el último círculo surgió la frase de “dejar de mamar” ¡dejar de buscar más leche en tetas imaginarias y sentir gratitud por la que ya tomamos que fue la suficiente! Observar la actitud del niño-hombre interno, patológicamente incompleto, que busca una pareja/madre que le resuelva las cosas, y cómo en consecuencia el eros en la pareja se ve afectado. ¿cómo le hacemos para recalibrar nuestras huellas primarias? Para mí, la terapia psicológica definitivamente es muy útil, y la contención que me da el círculo es disfrutable, es una agradable compañía de extraños con un rumbo común.

 Queremos trabajar en detectar actitudes con sesgo de victimez. Creemos que tomar responsabilidad ante nosotros mismos y nuestras necesidades afectivas y operativas en la vida diaria, nos ayuda a alejarnos de relaciones codependientes  y nos da la posibilidad de ser más generosos. El tomar responsabilidad paralelamente libera.

“¿Cómo nos acercamos a un compa desconocido en una fiesta o reunión?” -dijo alguien en alguna sesión- le preguntamos: “¿A qué te dedicas?”, así nos presentamos generalmente; creemos que somos lo que hacemos y lo que tenemos, o lo que hemos logrado. Nos resulta más complicado que se nos reconozca por lo que somos, así nada más, pensando en liberar estructuralmente al ser del hacer y del tener.

Nadie de los que asistimos es especialista en temas de género, de feminismos o de patriarcado (nos interesa y estamos documentándonos más al respecto) pero de entrada nos interesa desmarcarnos de las construcciones sociales sobre la masculinidad que ya no nos definen y que en nuestra experiencia hacen daño a las mujeres que nos rodean, tanto como a nosotros mismos.

Si te interesa indagar en alguno de estos temas, la invitación está abierta. Puedes asomarte a ver de qué va la próxima sesión.

 

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Salvador Martínez Vega
e-mail: salvatore.martinez@gmail.com

Es arquitecto por el Iteso, participó en el diseño de la escenografía para la ópera Amahl y los visitantes nocturnos. Ha trabajado en compañías de construcción como SARE Holding, Dellekamp Arquitectos en Cdmx, RCO en Manzanillo, y en Hipogeo arquitectos en Gdl. No concibe una vida sin música, toca el bajo, la guitarra, la batería, enamorado de la editora de esta revista, y disfruta de temas de psicología y desarrollo humano. Es creador de Jaguar juice.

 

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