Yoga, emoción y enfermedad

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Por: Elis Regina

Desde la antigüedad se ha estudiado el proceso de la enfermedad desde distintos ángulos de aproximación. En la medicina tradicional china e india los tratamientos terapéuticos se basan en un complejo sistema de entendimiento del cuerpo y su funcionamiento ligado al sistema emocional de cada individuo. Es en la medicina moderna occidental en donde se pierde un poco esta conjunción, o al menos hasta hace unos años, ya que en investigaciones más recientes se han logrado avances significativos en materia de conexiones nerviosas y emocionales al desenvolvimiento fisiológico del cuerpo humano. 

Cuando murió mi madre me encontraba entonces estudiando un diplomado de Tanatología, la ciencia del acompañamiento en el momento de la pérdida. Como es de pensarse, me encontraba trabajando esa relación conceptual con la muerte, aprender cómo acompañar, crear alternativas de aproximación al duelo y reconocer el mismo propósito que tiene el sentido de la vida ante la posibilidad de morir, en cualquier instante.

Conforme iban aproximándose, fui reconociendo cada una de las etapas del duelo en mí, veía cómo iban emergiendo y desvaneciendo. Tener años desarrollando mi capacidad de intuición y la percepción propia que la práctica de yoga me ofrece, ayudó de sobremanera en el proceso. Podía sentirme, podía conectar con la emoción y podía abrazarla.

Lo que no entendía en ese momento era cómo la emoción no nace de una sola experiencia, sino de un cúmulo de ellas; de cómo todas las emociones que hemos experimentado en nuestra vida van formando sus propias conexiones, sus tejidos en esa red de consciencia a la que intentamos domar cuando la mente se altera.

Seis meses después de iniciar mi camino de duelo vino la enfermedad. El diagnóstico no fue tan difícil de encontrar dado que ya entendía un poco de sus fuentes de origen, sin embargo, hubo que hacer una profunda investigación a nivel físico, mental y espiritual-emocional. Una enfermedad autoinmune que afortunadamente hasta ahora no ha traído mayor complicación sino beneficio en mi estructura de vida.

Por supuesto, nos enfermamos porque el sistema inmune se debilita, se confunde. Al percibir la más mínima exposición al daño eleva sus barreras y hace lo mejor que puede para lo que está capacitado. ¿Pero qué pasa si lo mejor que puede es una contraindicación de lo que debería hacer? ¿Cómo es que llegamos a  esa tremenda confusión?

Uno de mis momentos predilectos al impartir un curso de yoga es cuando abordamos el  tema del sistema nervioso de nuestro cuerpo. Para ser más específica, el sistema nervioso central y su división con el sistema nervioso periférico y éste a su vez, con sus funciones somáticas y autónomas que se subdividen en los sistemas simpático y parasimpático de nuestro organismo.

A través de sus funciones, el sistema nervioso central recibe el estímulo de lo externo, procesando la información y enviando una respuesta a través del sistema periférico para ejecutar y éste, a través de sus redes, le permite el intercambio de información entre estas dos acciones.

Podríamos comparar el funcionamiento del sistema nervioso con un complejo sistema de comunicación que trabaja en dos niveles; primero, monitorea y registra las condiciones internas del organismo para mantener su equilibrio y después, registra y da significado a los estímulos que provienen del exterior, reaccionando ante las situaciones que se presentan y permitiendo así la interacción con el medio ambiente. 

Muchas veces, leemos textos que relatan la relación entre una emoción y una enfermedad y para mi esa correlación por sí misma no tiene mucho sentido pues mi mente occidental requiere a veces de las conjunciones de información que le dan el sentido de peso (mi estructura mental ya creada) a una afirmación. Puedo entender sobre energía y metafísica pero mi cuerpo es lo que mejor conozco para poner a prueba lo que estas investigaciones afirman. Mi cuerpo físico ha sido mi mayor laboratorio para los ejercicios de consciencia y por ende, en el proceso de enfermedad ese camino era el indicado para recorrer.

Durante varias décadas se han identificado múltiples vías reguladoras que vinculan el sistema inmunitario con los sistemas nervioso y endocrino mediando a través de la liberación de citoquinas, hormonas endocrinas y actividad de neurotransmisores. Podríamos llamarlo la electricidad y el combustible por el cual todo funciona.

A su vez, se producen sustancias como la oxitocina, el cortisol, la noradrenalina en respuesta a diversos estímulos emocionales. Esto quiere decir que cuando el cuerpo trabaja o reconoce una emoción desde el sistema nervioso central hacia su periferia se irán desprendiendo las funciones químicas para lidiar con dicha emoción, actuando en inhibición o soporte a los sistemas endocrino e inmune.

A través de las respuestas del sistema nervioso simpático y parasimpático que son parte de esta periferia, se irán regulando en el primero la función de lucha o huida y, en el segundo, la respuesta de relajación del cuerpo que se desprende de dichas funciones.

“Cuando estamos sobre estimulados el sistema simpático no se apaga como debería y domina al sistema parasimpático. Es entonces cuando por medio de un esfuerzo consciente se requiere activar el mejor antídoto contra el estímulo: la respuesta de relajación; la cual es gobernada por el sistema parasimpático”

Todo lo que percibimos de nuestro entorno y que es recibido a través de nuestros sentidos genera un estímulo nervioso que dirige información a nuestro cerebro, éste al recibirla puede ejecutar la acción a realizar, que puede ser guardar información o liberar dicho estímulo en una acción de respuesta a esa recepción.

Cuando vivimos procesos de mucho estrés, sea laboral, familiar o de carácter personal, nuestro sistema endocrino segregará las sustancias que correspondan. Un ejemplo es el cortisol, que inhibe la función de respuesta de relajación que nuestro mismo organismo tiene a su favor. Cuando elevamos nuestros niveles de consciencia a través de las prácticas de autoconocimiento podemos segregar sustancias como la oxitocina, la dopamina o la serotonina que también revelan respuestas de alegría y tranquilidad, de relajación.

Esto no significa que no tendremos recepciones de estrés o dolor en nuestra vida, en mi caso fue suficiente darme cuenta que no importa qué tan preparado una cree que puede estar para un evento inesperado, el sentido de pérdida y el dolor de la ausencia tienen su propio cúmulo de experiencia basado en el apego a la presencia o el sentido de la vida que esa persona (en este caso mi madre) tenía en mi historia. La práctica del Budismo en sus primeras enseñanzas exhibe que el dolor existe, es una causalidad de la vida, el sufrimiento sin embargo es opcional. 

Si nos acostumbramos a vivir en esas situaciones de estrés o no buscamos ayuda profesional para entender el embrollo de emociones que se van almacenando en nuestros cánones informativos para desmembrarlos y poder *limpiar* la sensación que dichas emociones desprenden, será muy difícil permitirle a nuestro cuerpo físico con su conjunto de nervios y estímulos realizar las acciones *sanas* o convenientes para su propio proceso de restauración.

Enfrentarnos a las incomodidades inevitables de manera integral es la mejor aproximación que podemos hacer ante el diagnóstico de una enfermedad, trátese de cualquiera a nivel molecular o mental. Entender la propia respuesta de reestructuración en nuestro organismo es el aliciente necesario para intentarlo. Nuestro organismo está maravillosamente creado para funcionar y restablecerse ante cualquier modificación a la que es sometido. Tiene capacidad de adaptación y regeneración.

La práctica de yoga y meditación, así como una buena alimentación, descanso, toma de decisiones y llevarlas a la práctica han sido para mí y para muchos, un tratamiento completo, además de un volver a encarrilar lo que se había perdido en el falso sentido del bienestar. 

La realidad es que como humanos estamos acostumbrados a hacer las cosas realmente bien cuando éstas se comienzan a poner mal. Algo que con la mayor humildad he aprendido en el último año has sido el  hecho de que cuando estamos bien es que debemos trabajar con mayor conciencia y determinación en “mantenernos”en ese lugar. Aceptar los cambios como una corriente continua de la misma presencia de la vida. Que *trabajo* no es algo burdo o pesado, que las palabras *compromiso* y *responsabilidad* son los regalos más grandes que podemos darnos cuando nos entregamos a nuestro deseo de reconocernos y sentirnos en equilibrio.

Aprender a reconocer las emociones y sus efectos es parte de una práctica espiritual del yoga. Para el yoga, las emociones se describen como *rasas*1 o esencias de la emoción. Ellas al mezclarse entre sí van creando un catálogo infinito que complica nuestra historia, si no logramos equilibrar el sentido de impermanencia nos perderemos del todo. No hay emoción que dure toda una vida, toda emoción va transformándose así como nosotros mismos vamos creciendo o decreciendo en nuestro propio reconocimiento de la emoción. 

1CUADRO DE RASAS
Shringara – Amor, adoración, belleza, devoción.
Hasya   – Felicidad, alegría, risa, comedia
Adbhuta. – Asombro, sorpresa, maravilla
Veera – Coraje, heroicidad, orgullo, valor
Shanta – Paz, relajación, calma.
Raudra – Enfado, furia, ira, irritación, estrés
Karuna – Tristeza, compasión, pena
Bhayanaka – Terror, miedo, ansiedad, preocupación.
Vibhtasa – Disgusto, insatisfacción, aversión, repugnancia. 

Una terapia psicológica, acompañada de un proceso también terapéutico fisiológico, sea de medicina tradicional o alternativa e incluso acercarnos a la práctica de yoga y meditación bajo la guía de maestros que puedan resolver nuestras dudas en un proceso individual es de mucha ayuda en un tratamiento de la enfermedad. Ayudará sin duda a resolverse de manera más eficiente y afrontarse la consecuencia con mejor ánimo y entendimiento.

Cuando trabajamos de una manera consciente en la práctica de Yoga, cuando activamos la consciencia de nuestro cuerpo físico, nuestro cuerpo energético y nuestro cuerpo mental estamos respetando todos los límites que nos integran. Podemos percibir el entorno como un medio no agresivo y librarnos de exponernos a situaciones de riesgo que desestabilicen nuestros sistemas. No siempre podremos lograrlo pero sin duda cada día puede intentarse. Activar la respuesta de relajación natural es la mejor manera de crear la homeostasis en nuestro organismo. Lo mágico de cómo funciona nuestro cuerpo es que no es algo que tengas que afanarte en encontrar, sino es algo que debes permitir que suceda, que ya está en ti, solo debes dejar que se libere para actuar.

La práctica de yoga tiene este propósito, específicamente la práctica de *asana*, pues a través de una respiración consciente activamos nuestra capacidad de darnos cuenta, de estar en lo que emerge y el movimiento o estabilidad de las posturas, son las herramientas para que la mente también pueda aceptar los cambios y lo que se sostiene. La relajación final de una práctica, el *savasana*, es un ensayo del desprendimiento de la misma experiencia creada. En la relajación estamos por completo desactivando el sistema de alerta y es entonces que el cuerpo por sí mismo se equilibra. Por eso es una postura importantísima. 

Las prácticas de Yoga Restaurativo hoy en día tienen ese mismo propósito, permitir que el cuerpo no genere más estrés y pueda re estructurarse. En lo personal, creo que es un tanto equivocada la separación de los Yogas, toda práctica de ésta Filosofía con una aproximación adecuada tiene esa función ya restaurativa. Física, mental y emocionalmente. Hoy en día confío más en la práctica que nunca antes, encuentro mayor sentido al funcionamiento energético de los diversos conceptos del Yoga que activan todos los canales físicos y sutiles del Ser, todo esto desde una percepción directa y gradual. No hay magia en el proceso, hay entendimiento. Hay fortuna de reconocer la vida como una posibilidad. Una oportunidad para resignificar cada experiencia y volverla más libre. No hay cuerpo igual a otro, no hay emoción que se perciba a través de una mente individual igual a otra. Como bien dicen, cada cabeza es un mundo. Entrar a lo desconocido, volverlo conocido y volver a soltarlo es el camino que se invita a recorrer, siempre buscando todas las herramientas disponibles pues habrá mucho que entender y desaprender. Es este el camino de la salud y la vida eterna, de la estabilidad y el contento.

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