¿Qué rumbo le das a tu crianza?

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Por Elis Regina Torres

La llegada de un nuevo ser a la vida de una familia es una noticia que puede generar sentimientos encontrados. Y dependiendo de diversos factores esta noticia se puede vivir con alegría, gozo y dicha o con nerviosismo, estrés y  temor -y muy a menudo con una mezcla de todo- cuando nos hacemos conscientes de la responsabilidad que implica. Y es que no hay ningún texto definitivo que nos garantice cómo llevar a cabo la enorme misión de la crianza con éxito. Dicha llegada indica un cambio en la estructura de vida pues nuevas decisiones tendrán que ser tomadas para llevar a cabo la proeza de acompañar el desarrollo físico, psíquico y emocional de este nuevo Ser y prepararlo para sobrevivir en el mundo de allá afuera. Suena desafiante.

Pero ¿qué es lo que vuelve más retador la crianza de nuestros hijos?, ¿es acaso la influencia externa de un mundo que nosotros mismos no logramos entender y al que nos cuesta adaptarnos?, o ¿es el resultado de la influencia interna del hogar? Ese hogar en el que se entregan las herramientas que se creen necesarias para enfrentar ese mundo externo y que a su vez están basadas en meros condicionamientos que nosotros los padres tenemos ante el temor de que los hijos pasarán por cosas que, en nuestra experiencia y creencia, hubieran sido distintas si tan solo nos hubieran preparado para ellas.

¿Cómo elegir el mejor método de educación? Y primero, ¿qué es lo que puede funcionar para el ritmo de vida de cada padre o madre o familia? 

Elegir el rumbo perfecto para la crianza es posiblemente uno de los retos más grandes al que hoy en día las familias se enfrentan, y no tener la claridad y paciencia necesarias para ello es una de las principales causas de frustración en la vida adulta.

Pero, ¿de dónde viene esta idea de que los padres debemos de ser perfectos? En los años 60 una psicóloga del desarrollo llamada Diane Baumrind categorizó en cuatro segmentos los estilos de crianza:

 

  1. Padres autoritarios 

  2. Padres permisivos

  3. Padres democráticos, y

  4. Padres negligentes o indiferentes

 

Estas categorías fueron revisadas en cuatro dimensiones: 

 

  1. la calidez y la nutrición

  2. las estrategias disciplinarias

  3. el estilo de comunicación, y 

  4. las expectativas de madurez y control

 

Básicamente cada uno de estos estilos informaba un poco sobre la naturaleza del niño en su desarrollo. Así:

 

I. Los niños temerosos, desconfiados o infelices mostraban una tendencia de haber sido criados por padres controladores y poco afectuosos. 

II.Los niños dependientes se relacionaban con una crianza que no ponía límites. 

III.Los niños más autosuficientes y felices venían de familias donde la crianza se basaba en padres exigentes pero comunicativos. 

IV.Los niños inseguros, con baja autoestima, provenían de un estilo indiferente o negligente en atención a su desarrollo.

 

Antes de estas investigaciones, la información sobre crianza era muy vaga y con poco sentido de estructura. Digamos que, hasta hace unos 60 años, la crianza era un proceso más enfocado a la propia experiencia, a lo que había marcado a los padres y, aún más atrás en el tiempo, a la propia naturaleza. 

Hoy en día tenemos a disposición, dentro de toda esa información, diversos estilos de crianza más investigados y comprobados por corrientes psicológicas y neurológicas que podrían hacer el camino más sencillo si adoptamos sus indicaciones.

Siendo madre de dos hijos de generaciones completamente distintas, esto ha hecho que en mi caso particular nazca una curiosidad de hasta qué punto el conocimiento institucional sea de la corriente pedagógica que se trate, viene a facilitar o complicar las decisiones que han de tomarse con base en la idea de querer seguir sólo un sistema y la creencia de que porque lo dice el texto eso lo mejor. El tener una hija a edad muy joven me hizo descubrir por mí misma, de manera intuitiva, muchas respuestas que con los años he aprendido a leer en estos libros y que hoy con el conocimiento a veces me hacen dudar de si realmente lo deseo o simplemente es porque debo hacerlo.

Creo que quienes deseamos ser padres queremos hacer lo mejor, y que también muchas veces los métodos y estilos de crianza de moda se vuelven difíciles de adoptar, lo que puede generar más presión e incluso una sensación de fracaso. He descubierto que estas emociones llegan cuando nos sentimos desconectados de nosotros mismos -y sobra decir que si no logramos conectar con nosotros, tampoco lo haremos con nuestros hijos. 

Es cierto que queremos lo mejor para nuestros hijos pero no estoy muy segura de si este deseo incluye lo que es mejor para nosotros, los padres. ¿Cómo lograr conectar con el propósito de hacerlo bien cuando hay tanta desconexión interna? Cuando el agotamiento físico y un severo drenaje de recursos energéticos, mentales y económicos por alcanzar el soñado estatus de lo que “debe ser”, según el concepto esperado, se va llevando el entusiasmo de crecer con los hijos, de aprender a ser padres con la experiencia de serlo y disfrutar cada momento que trae esta compañía.

Entonces, la respuesta también está en nosotros. Como adultos, tenemos la capacidad de elegir la manera en que queremos ser como padres y de trabajar diligentemente en esa misión. Quiero decir con esto que posiblemente antes de pensar en educar a nuestros hijos tenemos que pensar en educarnos a nosotros mismos para romper con las estructuras impuestas que nos producen frustración o negación del derecho a una vida sana y estable.

Hoy en día tenemos al alcance una gran cantidad de libros, artículos, podcasts, cursos, pero muchas veces no basta con hacer la tarea conceptual. Encontrar esa resonancia interna con lo que para cada uno de nosotros representa estabilidad en la crianza es de lo que estamos tratando aquí. Tomar la oportunidad que se tenga disponible para una revisión interna (terapia psicológica, meditación, actividades de ocio y esparcimiento) y dar espacio a la vida social sana y adulta de los responsables de la crianza, es fundamental para seguir adelante con salud. 

También está claro que en la búsqueda del propósito de la vida estamos todos conectados al mismo hilo: todos queremos ser felices. Todos somos capaces de acceder al estado de felicidad si tan solo podemos reconocerlo como una puerta a la que se puede entrar y no como una meta que alcanzar. La felicidad de la crianza es un pasillo más dentro de esta gran puerta. Es posible que tengamos tan elaborado este concepto de felicidad que la puerta se vuelva cada vez más lejana o incluso desconocida.

Queremos ser felices y queremos criar seres felices, pero entonces ¿cómo es que la crianza es tan agotadora y complicada? Es en la expectativa en donde basamos nuestras acciones para crear la experiencia que estamos viviendo. Sentir que si nos esforzamos tan sólo un poquito más, si trabajamos unas horas más, si pagamos ese extra que nos dará mayor comodidad, si compensamos el tiempo que no pasamos con ellos con algún presente que nos desgaste, si elegimos tal o cual escuela, si el método que hace nuestra amiga es mejor que el que publicaron en tal artículo de revista que indicaba ser infalible… Y la peor de todas, si tan solo sacrificamos unos años de nuestra historia para dedicarselos y volverlos felices. 

No quiero generar un malentendido, el problema no es el esfuerzo que se haga ni la posibilidad de elegir permanecer en completa atención a su cuidado, sino el hecho de creer que tomamos acciones rigurosas dentro de un sistema que ya de por sí presiona individualmente y nos compramos el mensaje de que así debe de ser, creando sacrificio o tensión innecesaria en una elección que tuvo siempre la posibilidad natural de ser libre, innata. 

Queremos criar hijos felices, pero, ¿queremos ser padres felices? Creo que antes de preguntarnos si queremos hijos felices, valdría la pena revisar si queremos ser padres felices. La propia naturaleza del desarrollo de la conciencia nos invita a reflexionar sobre la realidad última, esa donde cualquier rol que elegimos personificar lo hacemos desde una conciencia de ego y no desde una libertad ya divina. Entender esto es posiblemente uno de los regalos más grandes que la búsqueda del camino espiritual nos brinda. Al ser padre o madre estás ejerciendo una figura, como lo haces al tomar el papel social de mujer, hombre, practicante de medicina, arquitectura o cualquier otra profesión. Al ser padre o madre estás desarrollando un rol de guía y compañía que va a requerir un aprendizaje continuo y  personal para poder ser transmitido.   El temor a equivocarnos nos impide darnos cuenta de que cuando hacemos algo que resulta erróneo en materia de crianza, también aprendemos. Suaves dosis de consideración pueden ser el regalo más grande que podemos darnos y dar a nuestros hijos: una autoexigencia basada en el amor que se traducirá en autocuidado. Una herencia de bienestar.

Uno de los momentos que más agradezco de mi vida adulta fue darme cuenta que mis padres hicieron conmigo lo mejor que pudieron con lo que tuvieron. ¡Cuánta liberación de exigencias y reclamos inútiles! Todos los padres hacemos lo mismo. Entonces la pregunta otra vez vuelve hacia adentro: ¿queremos que nuestros hijos tengan herramientas emocionales y una vida llena de amor, atención y cuidado? Entonces habrá que revisar qué herramientas emocionales tenemos para nosotros, cuánta atención y cuidado nos damos y posiblemente descubrir que en el propósito más grande de compartirte con quien más amas viene el retorno más significativo a cualquier esfuerzo, la recompensa de ser parte de algo tan grande como es estar presente en la vida de nuestros hijos aportando todo eso que se va consiguiendo. Por ser padres o madres no dejamos de ser personas -hombres o mujeres. Por ser hombres o mujeres no dejamos de ser conciencia pura. Conciencia libre. Es este posiblemente uno de los mayores retos que la crianza representa, ponerle un alto a la proyección individual en cada uno de nuestros hijos. Basar el resultado de ciertas expectativas inclumplidas puede crear severo sufrimiento en la elección de criar. Tal vez la meta es la misma, reconocer que nuestros hijos pueden ser tan felices como nosotros lo seamos y que esa misma felicidad dependerá de nuestra tranquilidad y calma. La paz de saber que estamos donde queremos estar, fomentar esa unidad de lo que aportamos en pequeñas decisiones presentes. Si podemos crear un mejor futuro será a través del esfuerzo que se realice el día de hoy y reconocernos posibles en el rol de acompañar es la oportunidad de crear un legado que nos dejará ligeros al final de este viaje y a ellos con la dicha de saberse nutridos y preparados para hacer también con lo que ya tienen un mundo mejor para sí y para cada una de sus relaciones. Este es el rumbo que guiará sus vidas, el rumbo que nos trajo hasta aquí y que nos permite continuar aprendiendo y compartiendo. 

Elis Regina Torres  IG Elis Regina Shakti

Es una experimentada instructora de yoga, formadora de varias generaciones de maestros, que toma la composición como su principal herramienta para inspirar hacia la búsqueda del ser, conectar cuerpo con sensación, sensación con energía y energía con mente. Es mamá de dos, abogada y una mujer apasionada por la vida, divertida, siempre abierta al aprendizaje y que trata de extender su práctica de yoga a todas las áreas de su vida. Su búsqueda constante es conectar con la divinidad propia y de cada ser con el que interactúa, a través de la sonrisa del corazón.

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