Pausa forzada, pobreza en aumento

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Rezpira es una revista de yoga y wellness, y pensamos firmemente que el bienestar no consiste en crearnos una burbuja alrededor y llenarla de mantras y pensamientos o decretos positivos, sino de ver la realidad tan cual es y trabajar también en nuestro lado oscuro, como individuos y como sociedad hacia una consciencia más elevada. Por ello consideramos que artículos como el de Laura García son fundamentales.

Por: Laura García 

México, como la mayoría de los países de América Latina, enfrenta un problema crónico de pobreza que se ha elevado de forma alarmante con la pausa forzada a la que condujo esta pandemia. Y dentro de esta agudización del problema, las mujeres son las más afectadas. 

La pobreza es un problema complicado y complejo, si antes no se le veía fin ahora menos. Según el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), durante la pandemia, la pobreza aumentó siete puntos, expresándose en tres grandes aspectos:

  1. Pobreza por ingresos: gente que no puede adquirir una canasta básica con sus ingresos.
  2. Pobreza laboral: desempleo de una o más personas de un núcleo familiar o reducción de sueldos.
  3. El riesgo de que la clase media se enfrente a una situación de pobreza que no había vivido antes.

Hay que entender que la pobreza es un problema estructural y multidimensional, no se trata solamente de un sector de la sociedad que no tiene ingresos, o no los suficientes, sino del acceso a la salud, a la vivienda y a la educación, que son los satisfactores básicos.

Históricamente los servicios médicos no están garantizados para todos, las viviendas son cada vez más costosas y la educación, aunque en la ley es gratuita y de acceso universal, en este momento de pandemia no es así, pues quienes no tienen acceso a una tablet, a internet, a una televisión o a la luz eléctrica, sencillamente no tienen acceso a la educación. Y en nuestro país la educación es una forma de ascenso social, por lo que no sabemos qué condiciones van a tener estos niños en un futuro, pero se vislumbra complicado. 

La solidaridad civil nos ha ayudado a salir adelante

Claro que la solidaridad ha jugado un papel importante porque nos encontramos frente a personas que tienen situaciones muy difíciles. A raíz de la pausa económica y laboral forzada por la pandemia, han surgido proyectos valiosísimos desde la sociedad civil: como ciudadanos hacemos lo que está en nuestras manos, eso ha ayudado a muchísima gente, pero siendo realistas, nosotros como ciudadanos no podemos resolver solos un problema de esta magnitud. Aquí es que nos preguntamos qué va a hacer el gobierno. 

Lo que las instituciones que evalúan las políticas de desarrollo social recomiendan es que los gobiernos busquen medidas que apoyen a los pequeños comerciantes y a las personas con empleos informales, porque son quienes están más propensas a estar en una condición de pobreza. También un apoyo, una renta universal por este momento para que tengan garantizados ciertos servicios; es importante y algunos gobiernos ya lo han hecho, reactivar la economía, fomentar el consumo local. Son medidas emergentes pero que a largo plazo indiscutiblemente tenemos que poner atención en muchos otros aspectos. 

Los gobiernos tendrían que poner atención en problemas estructurales relacionados con porqué las políticas no funcionan, porque se les dedican millones de pesos a atender el problema de la pobreza, a dar apoyos sociales, el problema es que lo administran gobiernos con una gran corrupción y problemas internos, lo que provoca que esos recursos no se vean reflejados en la solución de la pobreza de las personas. Si estamos en momento de replantear creo que es importantísimo hacerlo desde el fondo para poder hablar de soluciones permanentes a este asunto.

En este contexto, las mujeres forman uno de los grupos sociales más golpeados, ya sea porque la pandemia les hizo perder sus empleos o porque al cerrar las guarderías y las escuelas e iniciar la educación a distancia, tuvieron que dejar sus trabajos para cuidar a los niños. O están haciendo malabares para cumplir con sus trabajos y con los del hogar y de los hijos, lo que redunda en un deterioro de la salud física, mental y emocional de las mujeres. Todo esto está basado en un modelo social arcaico que asume a las mujeres como las principales cuidadoras de los hijos y del hogar, todo el peso recae sobre ellas. Aunque no debería de ser así, son herencias reales del patriarcado.

La pausa que nos llevó a repensar

Esta pausa nos hizo repensar muchas cosas. Urge que los gobiernos creen nuevas estrategias para atender la pobreza, pues las formas tradicionales ya no funcionan. 

Normalmente vemos el trabajo como muy separado de la esfera privada y hace unos momentos veía una imagen de una científica que mostraba como el fondo detrás de su computadora estaba muy cuidado pero el resto de la casa lleno de juguetes, el niño jalándole el pantalón. El momento es difícil para todos y esta premisa tiene que prevalecer en nuestro trato hacia los demás.

Por otra parte, nos dimos cuenta de nuestra vulnerabilidad e impermanencia, lo que nos lleva a volvernos más conscientes. Por ejemplo, estamos adquiriendo una consciencia de apoyo al comercio local, a los pequeños comerciantes y vemos la necesidad de fortalecer nuestros lazos, eso nos ha vuelto más empáticos.

Pandemia y violencia

En este contexto de pandemia se recrudecieron problemas que ya existían. La violencia de género es un tema muy urgente de atender. En México ya se veían antes de la pandemia movimientos de mujeres que reclamaban atención a la violencia y soluciones. 

La realidad urgente es que en este momento las casas de las mujeres no son un espacio seguro y muchas de las mujeres afectadas se vieron en la necesidad de recluirse en un espacio con su principal agresor, que además está en una situación de estrés e incertidumbre extra, por la situación económica o laboral que están viviendo, lo que evidentemente puede recrudecer la violencia. 

Y hablo de las mujeres, pero también hay niñas, niños y adolescentes que se salían a la calle en busca de un espacio más seguro, que sabemos que la calle no es un lugar seguro, pero a ese nivel está la violencia dentro de sus casas. Y ahora han estado encerrados. Hay que poner atención en esto. 

Replantearnos los roles de género

Por otro lado, este asunto de la pandemia y el confinamiento ha provocado que muchas personas, hombres y mujeres, trabajen en sus casas, lo que necesariamente nos ha llevado a la necesidad de replantearnos el trabajo en el hogar. 

Antes se tenía la idea de que el hombre salía a trabajar y la mujer se quedaba en casa. Y ese hombre no se daba cuenta del trabajo que requiere un hogar, porque cuando llegaban la comida estaba hecha, la ropa limpia, los niños dormidos y ya habían hecho la tarea. Algunos hombres esto no lo percibían, no estoy hablando de todos, pero ahora algunos de ellos se dan cuenta de lo que implica el mantenimiento de una casa y tienen que ser corresponsables de la misma.

Me parece que para muchos hombres es un momento de mayor involucramiento en el hogar, porque no se trata de ayudar sino de ser corresponsables en todas estas tareas que son de los dos. Y si la mujer también está en casa y está trabajando, pues es imposible que ella se encargue de todo. Espero que esto traiga al menos un replanteamiento entre los individuos, pero también por parte del gobierno hacen falta mayores políticas de conciliación porque las escuelas están cerradas, los niños están recibiendo atención en casa, y esto no es compatible con modelo laboral actual. 

La cultura laboral “premia” a las personas que se quedan trabajando más horas, pero esto en parte era permitido porque teníamos esos espacios donde dejar a los niños, porque otras personas colaboraban para que pudiéramos hacerlo, pero ahora tenemos que unir todas estas tareas y entonces ese modelo no es compatible y no es sano, pues se relaciona con diversas enfermedades, como el síndrome de burn out. Y creo que debemos replantear otras maneras de medir la productividad. Productividad no es necesariamente estar 14 horas frente a la computadora.

Estructuras que se rompen

Esta pausa ha propiciado para replantear nuestra idea de las estructuras. Como sociedad teníamos una idea de la religión y del gobierno como estructuras que no cambian, y nos daba cierta seguridad saber que si nosotros no teníamos seguro nada, ellos sí. Pero ahora nos damos cuenta de que esas estructuras sí cambian, sí se caen y ya no tienen seguro nada. 

 

Si quieres ahondar en la información, te invitamos a que veas la entrevista completa aquí

 

Laura García Navarro

Mail: laura.garcia.navarro@gmail.com

Es licenciada en Estudios Políticos y Gobierno y maestra en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Ha participado en proyectos de evaluación de política social y como investigadora tiene diversas publicaciones sobre la relación entre pobreza y salud sexual y reproductiva. Es doctorante por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS, Unidad Occidente).

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